Empecemos explicando el concepto de radioembolización, también conocido como radioembolización transarterial, y en qué consiste: es un  procedimiento mínimamente invasivo que combina la embolización (proceso en el que se inyectan sustancias para tratar de bloquear o reducir el flujo de sangre a las células cancerosas en el hígado) y la radioterapia para el tratamiento del cáncer de hígado.

Este procedimiento se realiza, principalmente, a aquellos pacientes que no pueden recibir otro tipo de tratamiento, ya sea cirugía o trasplante de hígado. Además, es importante tener en cuenta que la radioembolización es un tratamiento para ayudar a controlar, frenar y disminuir el crecimiento del cáncer de hígado y a atenuar sus síntomas, no representa ninguna cura para esta enfermedad.

¿Cómo funciona el procedimiento? 

Tal y como se explica en la web de Radiologyinfo, es el radiólogo de intervención quien se encarga de introducir un catéter a través de la piel y dentro de un vaso sanguíneo y desplazarlo y colocarlo hasta el lugar específico a tratar (procedimiento que se observa a través de imágenes de rayos X y un material de contraste).

Así pues, una vez está el catéter colocado en la zona que se quiere tratar, se insertan en los vasos sanguíneos que proveen de sangre al tumor, microesferas rellenas con radiación o bolitas de vidrio. Éstas administran altas dosis de radiación directamente en las células cancerosas que provocarán el bloqueo del flujo de sangre al tumor, evitando que les llegue oxígeno y los nutrientes necesarios para crecer.

Beneficios y riesgos de la radioembolización:

En esta tabla diferenciamos claramente los beneficios y riesgos del uso de la radioembolización para el tratamiento del cáncer de hígado:

 

Y, ¿qué técnicas imagenológicas utilizar para el diagnóstico del cáncer de hígado?

La detección precoz del cáncer de hígado permite la posibilidad de contar con más opciones para su tratamiento, aunque según el Grupo Español de Pacientes con Cáncer aproximadamente el 40% de los pacientes no presentan síntomas, debido a que la mayor parte de éstos no ocurren hasta que la enfermedad está ya avanzada.

A continuación explicamos algunas de las pruebas radiológicas que se suelen utilizar para su diagnóstico:

> Tomografía computarizada (TC):

La realización de una TC del abdomen ayuda a identificar diferentes tipos de tumores en el hígado o en cualquier lugar en el abdomen, así como de los vasos sanguíneos adyacentes, proporcionando información precisa sobre su tamaño, forma y posición.

> Resonancia Magnética (RM):

Las imágenes por RM permiten distinguir un tumor benigno de uno maligno y se pueden usar para examinar los vasos sanguíneos que están en o alrededor del hígado, ayudando al mismo tiempo a mostrar si el cáncer de hígado se ha propagado a otras partes del cuerpo.

> Ecografía:

Generalmente, esta prueba radiológica suele ser la primera en realizarse para examinar el hígado, ya que permite mostrar las masas (posibles tumores) que se encuentran en él, y a partir de ahí se decide si se realizan otras pruebas para determinar si son cancerosas o no.

> Gammagrafía ósea:

Este estudio ayuda a detectar si el cáncer se ha propagado a los huesos (es decir, que existe metástasis) y por lo general se ordena su realización a aquellos pacientes que muestran dolor de huesos o quienes van a recibir un trasplante de hígado.

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